Pedro Sánchez

Una decisión sorprendente, inesperada. Pedro Sánchez ha puesto en duda su continuidad como presidente del Gobierno ante la “campaña de acoso” que dice sufrir después de que un juez de Madrid haya decidido investigar un supuesto tráfico de influencias que implicaría a su esposa, Begoña Gómez, tras una denuncia del sindicato “ultraderechista” de Manos Limpias, el mismo que denunció en su momento las irregularidades del Caso Nóos. Todo ello lo ha hecho público a través de una carta, titulada ‘Carta a la ciudadanía’, en donde declara que necesita tiempo “para reflexionar y decidir qué camino tomar” y que no será hasta el próximo lunes 29, coincidiendo con la festividad de San Pedro Mártir, que hará pública su decisión. Las opciones son dos: dimite porque sabe que el caso de su mujer, y sus otros tantos familiares, pueden acabar con su mandato, o bien decide continuar como si nada hubiese pasado y por “deber de Estado”. Todo ello llega después de haber sido criticado 48 horas antes por estar recibiendo al Rey con las manos en los bolsillos, la primera vez que un socialista adopta esta postura y no en el de los demás. Otra falta de modales y de no saber ocupar el puesto que le corresponde.

Puede que anuncie que convoca elecciones, puede que se someta a una cuestión de confianza o puede que estemos ante una gran maniobra para buscar votos en Cataluña. Lo que si que está claro es que Pedro Sánchez, el del Manual de Resistencia y experto en golpes de efecto para perpetuarse en el poder, debe aprender que un escándalo de corrupción no se soluciona con una carta, se soluciona con una comparecencia ante el Parlamento.